Manuel Quesada Lara
Ya sé que existe una legislación propia en cada país, algunas recomendaciones internacionales en materia laboral y la propia soberanía de cada uno para el tratamiento de lo que les es propio, que no debe interferir en lo que les es ajeno.
Pero también entiendo que existe un derecho natural, no escrito ni regulado por ningún país que, por su propia naturaleza, debe imperar para todos los países por igual, y que ése derecho natural debe extenderse a todos, a la entera humanidad, y que la salvaguarda de ése derecho le corresponde, por naturaleza, al conjunto de todos los países por muy soberanos que sean,
Cuando se inventaron la Globalización para que los grandes capitales y las grandes empresas pudieran “sacar partido” donde más les conviniese a sus inversiones y del desarrollo de sus actividades empresariales, no hubo obstáculo alguno para considerar el mundo entero como una sola “patria” a los efectos de los negocios, eso sí, sin homologar para nada las condiciones de trabajo de las personas, porque convenía más que la mano de obra y la manufactura de los productos se efectuase en aquellos lugares en que el coste de la producción (o sea, la mano de obra) resultase muy inferior, a costa de la explotación de los trabajadores de los países menos desarrollados, para luego comercializar los productos en los ricos y obtener, de este modo, astronómicos beneficios en un procedimiento que perjudica tanto a los trabajadores de aquellos en que se realiza la fabricación a precio de ganga, como en ésos otros en que se comercializa, porque por esta causa crece y crece el desempleo y se agota la posibilidad de sobrevivir de aquellos que necesitan trabajar para subsistir en los países más desarrollados, pero es obvio que esto le importa bien poco, prácticamente nada.
Son muchas las ocasiones en que se han producido desastres por la aplicación de estas medidas económicas que tanto perjudican a los unos en beneficio de los otros, pero lo acaecido días atrás en Bangla Desh supera todas las predicciones imaginables. Son más de ochocientas las victimas mortales contabilizadas hasta el momento y aún quedan, seguramente, muchas por descubrir.
Cuando en otros países se han producido desastres de otra índole con igual o menor balance, toda la humanidad se ha movilizado y –si se trataba de consecuencias de actos terroristas- se han organizado auténticas persecuciones internacionales para detener y juzgar a los culpables.
Pues bien, lo sucedido en Bangla Desh, bien mirado, es también consecuencia de un acto terrorista. El organizado por las grandes empresas que obtienen tan enormes beneficios con el sistema de explotación de los trabajadores de aquellos países, y no es necesario organizar ningún procedimiento de caza y captura de los culpables porque son bien conocidos, tienen nombres y apellidos y son localizables en todo momento.
Algunos de ellos son españoles, como INDITEX el grupo de empresas tan conocidas como Breshka, Massimo Dutti o Zara y cuyo propietario es uno de los más ricos del mundo… [La verdad, no sé cómo puede dormir por las noches].
Estos señores, no solo son culpables de las consecuencias que estamos denunciando, sino que –además- con su actitud de auténtica COMPETENCIA DESLEAL, se están cargando todo el comercio occidental, ocasionando que ya ninguna empresa pequeña o mediana pueda competir con ellos, porque es imposible establecer precios que alcancen siquiera a poder comercializarse en su presencia.
La consecuencia última es, pues, que explotan a los trabajadores hasta el punto de poner en peligro sus propias vidas, que dinamitan el comercio internacional al resultar imposible competir con ellos y, además, ocasionan altísimas tasas de desempleo ya que retiran la producción de los países desarrollados para entregársela a aquellos otros en que la obtienen a precios de ganga.
Es urgente que los organismos internacionales intervengan en este asunto, y pongan las cosas en su sitio. Porque de no ser así, y en las condiciones de información y comunicación actuales, que permiten hacer llegar puntualmente al mundo entero cualquier noticia o acontecimiento, de verdad, puede pasar cualquier cosa… Nada bueno, desde luego.
Por lo pronto, lo único que se me ocurre es que se publicite lo más posible quienes son los beneficiarios de este inhumano sistema de comercialización, y que la gente deje de comprarles, aunque vendan más barato, porque otros lo están pagando bien caro: con el trabajo de niños y niñas, con la vida de todos y con el empobrecimiento generalizado de todos los trabajadores en el resto del mundo.
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