Manuel Quesada Lara
Sabido es que llamamos “República” al régimen político en que los poderes del Estado emanan de la elección popular y no de las leyes hereditarias.
Vamos, que es el pueblo quién elige, y no la “providencia”, su propio destino.
El franquismo, como a tantas otras cosas, se encargó de darle la vuelta, y presentó el concepto de “república” como sinónimo de desorden, anarquía y, en definitiva, de desastre nacional.
Y eso, claro, solo podía venir de la izquierda….Así que, muy sibilinamente, hicieron su trabajo para hacernos ver, increíblemente, que “república” era sinónimo de “gobierno de izquierdas”. En unos momentos en que la izquierda era ni más ni menos que el “·coco”.
Fue tal el rechazo, inconsciente, que la sociedad española adoptó sobre el método republicano de gobierno y forma de Estado. que, muerto el dictador, hubo de producirse un consenso entre todas las fuerzas políticas para aceptar la monarquía impuesta por el régimen franquista en la persona del candidato que el mismo Franco eligió de entre la familia real española rompiendo el orden hereditario establecido y designando su sucesor, a título de Rey, a la persona que él, porque sí, había designado.
Hay que situarse en medio de la confusión y el miedo existente en aquellos momentos de enorme incertidumbre para comprender porqué fue admitida casi unánimemente esta “salida” como la “menos mala” que se podía adoptar en momentos, como digo, tan delicados.
Hay que reconocer, porque así ha sido, que el Monarca, haciendo uso de su poder, ha defendido la democracia y la libertad de forma inequívoca, y esta realidad ha ocasionado que durante treinta y seis años se haya ganado la confianza mayoritaria de los españoles, lo que no impide que el concepto natural de libertad indique que otra forma de Estado `puede ser la adecuada, no necesariamente la Monarquía, o la que convenga a un Estado Democrático de Derecho, exclusivamente..
Para eso no es obstáculo que el Monarca haya preparado convenientemente a su sucesor ni que la Constitución haya determinado la Monarquía Constitucional y Parlamentaria como la forma de Estado establecida en nuestro país, ya que todas ésas circunstancias deben ser revisadas y actualizadas convenientemente según las necesidades de cada momento. Todo ello, como es natural, atendiendo a la mayor representatividad derivada de la voluntad popular libre e inequívocamente expresada por el pueblo en forma de sufragio. Libremente, que es lo que toca.
Los defectos inherentes al régimen monárquico nos han estallado en las manos recientemente con la sucesión de acontecimientos que todos conocemos y que están sumiéndonos en una situación de enorme preocupación, ya que –si bien contamos con las garantías constitucionales- no es menos cierto que no tenemos resortes para evitar el deterioro que la vida política, en su cotidianeidad, nos está ocasionando en el orden social, alcanzando un nivel de desconfianza de tan enormes proporciones, como era impensable hace bien poco que se pudiera producir.
Solamente la voluntad libremente expresada del pueblo, que es en quién reside la soberanía, puede sacarnos de este atolladero. Para ello, los agentes políticos y sociales han de ponerse a trabajar seriamente para evitar un mayor deterioro de la convivencia entre los españoles y de la propia seguridad del Estado.
No es tarea fácil, pero es imprescindible abordarla sin complejos, porque en ello nos va el prosperar adecuadamente dentro del régimen de libertades que entre todos nos hemos establecido y que durante tantos años nos ha demostrado ser el más eficaz, proporcionando a nuestro país el periodo más amplio y seguro de estabilidad en nuestra historia.
Si así no lo hiciéramos, no tendríamos más remedio que manifestar, en el tono falso, inexacto, equívoco y malévolo que lo hizo el franquismo, que
ESTO ES UNA REPÚBLICA!!!
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